El Asunto del Tiempo

Este ensayo cuenta la historia de cómo fósiles, plásticos y organismos simbióticos llevan a los seres humanos a enfrentar el tiempo profundo. Este ensayo hace parte de la serie Troubling Time, donde diversos autores exploran ideas, espacios, procesos y problemas medioambientales desde una perspectiva que subraya la temporalidad como espacio de reflexión. Editores de la serie: Rebecca Laurent, Rudy Molinek, Samm Newton, Prerna Rana, and Weishun Lu.
Traducción al español: Nicolás Felipe Rueda Rey. Revisión del español: Tomás Pino.
El texto original en inglés.
Más pequeño que una uña. Miro mis manos, tratando de decidir a qué uña podría referirme. ¿La del pulgar, la del índice, la del meñique? Decido que probablemente sea la más pequeña de estas y miro de cerca la diminuta media luna y la cutícula subyacente de mi dedo meñique derecho. Minúscula.
En enero de 2024, un grupo de científicos encontró un fragmento de piel fosilizada—más pequeño que una uña— perteneciente a un tetrápodo primitivo, Captorhinus aguti, en Oklahoma. Estimaron que el fragmento fosilizado tenía alrededor de 289 millones de años, veintiún millones de años más antiguo que los fósiles de piel descritos previamente. El fragmento de piel provenía de un amniota. Estos primeros vertebrados cuadrúpedos podrían haberse preservado gracias a los hidrocarburos provenientes de organismos marinos antiguos, que se combinaron con vertebrados terrestres “geológicamente” más jóvenes.
El lapso de tiempo confunde la imaginación humana, o al menos la mía.

El fragmento de piel reificado resalta las enormes escalas temporales que resisten la comprensión humana. ¿Cómo nos ajustamos al tiempo profundo evidenciado a través de tales hallazgos? ¿Cómo colapsamos las escalas de tiempo humano y geológico? Esta vastedad temporal trasciende el entendimiento humano. Existe una imposibilidad de aprehender la experiencia mediante la razón y el discurso, contrastada con la finitud de la vida humana.
El concepto de “arche-fósil” Quentin Meillassoux denota el hecho de que la ciencia ahora es capaz de explicar eventos que ocurrieron antes de la conciencia humana. Escalas de tiempo tan extensas—escalas geológicas de tiempo profundo que están más allá de la percepción humana—demuestran los límites de la encapsulación de lo humano en escalas temporales y geográficas. Estas exploran las posibilidades de la vida antes de la emergencia humana y fomentan el pensamiento de “salir de nosotros mismos, para comprender el en-sí, para saber qué es, existamos o no”.
Enterrado en lo Profundo del Tiempo
Las escalas de tiempo geológico nos ofrecen metáforas para diferentes tipos de narrativas que no son inmediatamente antropocéntricas. Las narrativas limitadas por perspectivas antropocéntricas, que generalmente abarcan solo unos pocos miles de años, son reemplazadas por narrativas que comprenden las escalas de tiempo expansivas de los procesos geológicos. Sin la capacidad de reconciliar estos marcos temporales aparentemente dispares —“conocimiento que desafía la comprensión histórica”—la mayoría de los humanos no pueden comprender completamente la escala y el alcance de preguntas y narrativas de millones de años. Un fragmento de piel se convierte en un recordatorio no solo de su existencia pasada, sino también de todos los otros mundos enterrados en lo profundo del tiempo. El pequeño fósil se une a la constelación de otras reliquias dejadas por animales desaparecidos, formando una serie de rastros que ahora los humanos pueden leer en su ausencia.

Cuando leo sobre Captorhinus aguti, pienso nuevamente en la extensión temporal de la carne y el hueso. De la materia que se transforma, muta, metamorfosea, cargada de vidas pasadas y futuras. La materialidad de la mutabilidad.
Circunnavegando alrededor de la Tierra desde hace aproximadamente cincuenta millones de años, las ballenas tejen historias de entrelazamiento temporal entre animales no humanos, humanos y tecnología. Estar en presencia de criaturas que evolucionaron hace millones de años ofrece una visión de los ritmos humanos encerrados en múltiples temporalidades.
Las ballenas vivas en el mar están atormentadas por huesos de ballena depositados violentamente por humanos o varados en playas, colocados en colinas y acantilados alrededor del mundo. Desde las Islas Shetland hasta Alaska, pasando por las Malvinas, estos monumentos se transforman de seres que alguna vez vivieron en mementos sin vida.
Cuando el Polvo se Asienta
Desgastados y corroídos, los artefactos de hueso de ballena se convierten en una cuestión de tiempo —la materia del tiempo. Participan en el intercambio de materia con otras formas de materia. Sus grietas rezuman aceite y capas de polvo se asientan, acumulándose durante años en un cambio constante impulsado por los poderes igualadores del clima.
La longue durée no es lo suficientemente larga para concebir el cambio antropogénico que se despliega a nuestro alrededor.
El mar desgasta el hueso, y los elementos continúan el proceso en tierra. En su fisicalidad orgánica, los huesos son un remanente del pasado y un recordatorio del tiempo por venir. Y permanecen para ser leídos y releídos. Reificados como desechos, las ballenas son más que la suma de sus componentes, descentrando la subjetividad humana e imaginando narrativas no humanas. Una inmersión en las cosas no humanas. Cada una tiene una historia que contar. Ofrecen formas narrativas que pueden evocar una comprensión de los límites que se desdibujan entre la historia humana y las épocas geológicas. Los rastros temporales y materiales en el paisaje incluyen depósitos antropogénicos que sugieren la ocupación humana, la tierra como relicario. Con los restos de otros animales colocados por manos humanas, se convierten en una forma de memento, posiblemente una celebración, una forma de marcar el lugar.
Hay un hueso de ballena colocado en una colina en North Berwick Law que difiere de todos los demás depositados allí durante los últimos tres siglos, como lo describe la poeta y ensayista Kathleen Jamie. El impulso de exhibir los huesos persiste incluso cuando no hay ballenas a la vista, quizás como un recordatorio del poder humano y, con eso, un acto de desentenderse de la culpa por la matanza masiva de cetáceos. Esto reemplazó la antigua exhibición de huesos, que se había desgastado demasiado y alterado por los procesos del tiempo. En lugar de colocar otra mandíbula de ballena, una réplica de fibra de vidrio reemplazó al animal original.

Restos del Futuro
La inquietante atemporalidad del hueso falso de ballena desafía el valor de las materialidades erosivas. Apunta a la semiótica fantasmal de los plásticos. Reemplazar un hueso de ballena real con una pieza de plástico con forma de hueso de ballena es un acto ambivalente. En lugar de un símbolo significativo, es un simulacro vacío. Producido con tecnología humana, es otra construcción antropogénica en lugar de la historia de una criatura marina.
Para siempre sin vida, en contraste con el hueso verdadero, la réplica de fibra de vidrio no hace un gesto al trabajo del mar. Permanece inalterada, inalterable. A diferencia de un hueso de ballena, no experimenta el proceso de desgaste típico de la materia orgánica y, por lo tanto, carece de una dimensión temporal inmediata: el paso del tiempo, que puede rastrearse en la transformación de la materia biótica.
La réplica de plástico es una forma de restos futuros: los desechos que dejamos (dejaremos) atrás. En una época que produce vertederos de artefactos antropogénicos, la idea de lo que permanece y lo que permanecerá posee una cualidad inquietante. A principios de 2024, mientras escribo esto, hay aproximadamente entre cincuenta y setenta y cinco billones de piezas de plástico y microplásticos en el océano. En las últimas décadas, el mundo ha producido una cantidad de plástico que ha aumentado exponencialmente cada año. Por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial, se producían alrededor de dos millones de toneladas de plástico en el mundo, en comparación con más de 450 millones de toneladas hoy.

Los objetos desechados componen la materia residual de los tiempos modernos. La mayoría de los objetos de plástico existen fuera de las temporalidades humanas. El tiempo de descomposición de un soporte de bebidas de plástico (seis anillos)—desechos marinos que enredan la vida silvestre—es de 400 años. En el mundo de los restos y vestigios, estos soportes de plástico se suman a la materia descartada en el curso de nuestra civilización, resistentes a los procesos de descomposición.
Brevidad Inconmensurable
La longue durée no es lo suficientemente larga para concebir el cambio antropogénico que se despliega a nuestro alrededor. Las líneas temporales colisionan en el entrelazamiento de la materia orgánica con los objetos creados por el ser humano. Nuestra época ya ha producido plastiglomerados, una forma de granos sedimentarios, madera y conchas, unidos por plástico. La plasti-roca está formada por material aglomerado, erosionado y “alisado en formas geogénicas más frágiles y de colores neutros”, análogo a los clastos.
Reificado a través de los plásticos, el plastistone emerge como una forma de fósil especulativo. Al igual que las piedras, el plastistone nos obliga a reflexionar sobre el tiempo profundo, sobre eventos anteriores a la vida terrestre. Formando parte de una “realidad ancestral”, los plastiglomerados nos obligan a considerar la permanencia masiva del tiempo geológico, del tiempo profundo y de los sistemas planetarios. Los cambios geológicos extendidos en el tiempo ocurren más allá de la comprensión humana; percibir el mundo mediado a través de planos temporales extensos requiere una imaginación lítica. En comparación con las temporalidades planetarias, las vidas bióticas inscritas en totalidades enormes desconciertan por su brevedad inconmensurable. Forman el tejido narrativo de los seres.
Un fragmento de piel se convierte en un recordatorio no solo de su existencia pasada, sino también de todos los otros mundos enterrados en lo profundo del tiempo.
En tal vastedad, incluso la brevedad es relativa. En su poema “Dolmen”, Jen Hadfield se involucra con la estética de las escalas temporales. Hadfield escribe que el liquen que se aferra a la piedra es una “[s]ombra de las seis// en punto”. Los líquenes son considerados entre los seres vivos más antiguos del planeta. Sus vidas se extienden miles de años, algunos de los cuales crecen menos de un milímetro al año. Compuestos de hongos, cianobacterias y algas, son organismos compuestos y simbióticos. “¡Todos somos líquenes!”, podríamos exclamar, siguiendo a Donna Haraway.
Esta es una visión que, como argumenta Haraway, “entrelaza innumerables temporalidades y espacialidades, así como innumerables entidades intra-activas en ensamblajes—incluyendo lo más-que-humano, lo otro-que-humano, lo inhumano y lo humano-como-humus”. Pero también, en una perspectiva radicalmente extendida en el tiempo: humano como liquen, humano como lítico, humano-plastiglomerado, pequeños fragmentos de piel.
Imagen destacada: Una exhibición de huesos de ballena de 150 años de antigüedad, conocida como la ballena de Birsay, en Orkney, Escocia. Foto de Shadowgate, 2017.
Este ensayo fue posible gracias a una beca del Landhaus en el Rachel Carson Center for Environment and Society (RCC). Agradezco a Christof Mauch, Helmuth Trischler y a todas las personas fantásticas del RCC. Un agradecimiento especial a la mejor cohorte. Como siempre, la más profunda gratitud a mi primer Lector.
Monika Szuba es profesora asociada de literatura en el Instituto de Estudios Ingleses y Americanos de la Universidad de Gdańsk. También fue becaria Landhaus 2023–24 en el Rachel Carson Center for Environment and Society. Su investigación se centra en la literatura de los siglos XX y XXI desde la perspectiva de las humanidades ambientales, con un interés particular en la fenomenología. Su libro anterior, Contemporary Scottish Poetry and the Natural World, ofrece una exploración teóricamente fundamentada del mundo no humano en la obra de cuatro poetas, combinando fenomenología y crítica literaria. Su libro más reciente, Landscape Poetics: Scottish Textual Practice, 1928–Present, es un estudio interdisciplinario que examina cómo los autores escoceses.
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